Vida

Lo que aprendí cuidando un jardín vertical

By 2 mayo, 2016 No Comments

A finales del 2014, instalamos un jardín vertical en el parqueadero de CityParking detrás de nuestra oficina. Fue una de las cuatro “actividades chéveres” que ejecutamos durante la segunda mitad de 2014. La idea era darles a los diferentes miembros del equipo la oportunidad de liderar y ejecutar un proyecto. El jardín vertical se volvió un proyecto mío entonces les quería compartir unas cosas que aprendí llevándolo a cabo.

1. Ejecutar un proyecto es una experiencia intimidante pero importante

La idea de asignar pequeños proyectos a diferentes miembros del equipo surgió durante una reunión en agosto de 2014. En ese momento llevaba como mes y medio en Despacio y un poquito más en Colombia. Allí mencioné que me interesaba la idea de un jardín vertical y Pardo dijo “bueno, hágale” y así se volvió mi responsabilidad. Me estresé bastante con este proyecto porque no tenía experiencia con la jardinería ni en liderar iniciativas. Tuve que aprender cosas sencillas como qué era el IVA y unas más significativas de cómo animar a la gente a participar en una actividad voluntaria. Pero al fin nos fue bien; participaron todos los del equipo más personas de otras oficinas del edificio. Esto es un aspecto de Despacio que me gusta mucho; le da a cada persona la oportunidad de inventar, desarrollar y ejecutar proyectos. Esta actitud reconoce el potencial de cada miembro como parte de un equipo y genera una experiencia de aprendizaje a través de los éxitos y retos.

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Begonia, duranta y siete cueros, el día la instalación

2. La apropiación y la educación son muy importantes para el éxito de un proyecto

No sobra repetir que las plantas son seres vivos por lo cual requieren revisión y mantenimiento constante. Unos cinco o seis meses después de instalar el jardín, vimos que las plantas estaban muy mal. Botaban hojas, no sacaban flores, y en realidad se veían más como palitos secos que cosas vivas (más sobre esto en lección #3). Un problema que descubrimos era que a veces a los miembros de Despacio se les olvidaba regar las matas en los días que les correspondía. Es fácil echar la culpa a los demás cuando algo sale mal (y, de hecho, me pasó eso varias veces) pero la verdad es que nunca explicamos bien el proceso: cuánta agua echarles, qué tan rápido, cómo saber si las plantas estaban bien o no. Entonces no debe ser sorprendente que muchos lo sentían como un deber y no una experiencia agradable.

3.No confiar siempre en los expertos

Habíamos seleccionado un muro del parqueadero donde llegaba mucho sol. Un asesor de jardinería nos sugirió ese espacio y el día de instalar el jardín trajo cuatro variedades de plantas, todas supuestamente de sol. Con los problemas que ya mencioné, intentamos varias soluciones de fertilizante y poda pero ninguna funcionó muy bien. Un día, Marilu, quien cuida la oficina, me sugirió que lo cambiáramos de sitio, a un lugar de más sombra. Nos dio miedo mover plantas de sol a la sombra pero ella dijo que lo intentáramos, que igual lo podríamos mover otra vez si no. Esto fue hace unos meses y ahora casi todas están muy verdes y felices. Marilu no es jardinera profesional sino alguien que veía las plantas en ese estado todos los días y dijo que teníamos que hacer algo al respecto. Creo que muchas veces en la planificación y los estudios urbanos, valoramos demasiado la opinión de los expertos, descartando la opinión de la gente que vive y experimenta una situación directamente. Tal vez estoy pensando en esto porque acabé de leer el famoso libro de Jane Jacobs, The Death and Life of Great American Cities. Ella no era planificadora profesional sino una persona muy observadora que notó las dinámicas urbanas y los problemas de las ciudades norteamericanas a finales de los años cincuenta (muchos de los cuales eran resultados de la mala planificación ‘técnica’).

4. Las cosas que están mal casi siempre se pueden recuperar

Como les conté, las plantas ya están mucho mejor. Cuidando el jardín, me sorprendía ver que las plantas (o por lo menos estas) son muy resistentes. Pueden estar en un estado triste pero después de cambiarles de lugar, podarlas un poco y echarles un abono, ¡se vuelven verdes, firmes y felices!

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El jardín actual, recuperándose todavía pero mucho mejor que antes